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Foster’s Hollywood

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¿De dónde sale lo de Hollywood? Yo no he estado en Hollywood, pero siempre lo he imaginado como un sitio memorable, con una mezcla de clase y espectáculo. Esto no es una definición acertada del Foster’s Hollywood.

De pequeño me emocionaba, era mi meca de las salidas familiares, y no sé si al crecer subí el listón, o si ellos lo bajaron (o enterraron). Creo que un poco de cada. El caso es que la última vez que fui, hace ya unos años, además de que el camarero me copió la tarjeta de crédito y se intentó comprar un PC de última generación a mi costa, terminó de caer el mito y archivé indefinidamente este tugurio.

Es una franquicia, en el peor sentido posible, peca de todo lo malo que uno pueda suponer de una franquicia. La decoración es presuntamente americana, recargada, con réplicas de carteles de Coca-cola de antaño y demás tópicos. Yo no doy excesiva importancia a la decoración, y desde luego un restaurante puede redimirse si la comida sobresale. Lamentablemente no es el caso.

No se han comido el coco con la carta. Aros, palitos de queso, alitas, costillas, carnaza y brownie. Ese rollo. Que no seré yo quien reniegue, unos buenos aros me encantan, pero como todos los entrantes de este antro, tienen un regusto insano a aceite re-utilizado durante meses. Si decides que al ser un sitio americano, un buen filetaco es un acierto seguro, que eso se les da bien, estarías en un error. La carne es insulsa, pasa de tu plato a tus entrañas sin pena ni gloria. Las hamburguesas son absolutamente estándar, y en mi última visita, incluso con un sabor que indicaba que esa carne debieron dársela a un perro hace días. Las costillas, que era mi principal elección en este sitio, cayeron en picado. Las últimas veces, estaban secas, sosas, una ración ruin, y cuando dejé de pedirlas, hasta con una parte congelada. Cualquiera de estos platos acompañados con unas cosas blandengues y pesadas que dicen ser patatas fritas. Los postres son más pesados que exquisitos, y eso sí, puedes beberte un cántaro de coca-cola, que sólo te cobran un vaso.

«Bueno, al menos será barato». Lo peor es que no! Cuando te traen la cuenta, tu estómago ya está mandándote señales de que esa noche vas a hincharte a teletienda, ya que conciliar el sueño con semejante oprobio procesándose es imposible. El importe debido terminará de revolver tu sistema digestivo, y acabarás preguntándote qué haces en ese lugar en vez de el Hard Rock, donde la carta es idéntica pero bien hecha, y el ambiente es igual de tópico pero más creíble.

Nota: no hemos puesto fotos de la comida porque eso implicaría volver a pisar uno de estos antros ignominiosos. Y aunque nos debemos a nuestros fervientes seguidores, tenemos un límite.